Por la tarde después de un grato y merecido descanso, trasladamos las uvas a la bodega y empezamos a elaborar el vino. Lo primero despalillar, es decir quitar la madera del racimo para que no de mal sabor al vino, después a la prensa para extraer el mosto y al depósito de acero inoxidable.
Para elaborar el vino blanco se utiliza sólo el mosto. En el vino tinto el proceso de fermentación se realiza con la uva pisada sin separar del hollejo ya que los taninos que dan color al vino están en la piel. Esto no ocurre con el vino blanco que nosotros elaboramos y aunque también se puede fermentar con el hollejo y así se solía hacer antiguamente, es mucho mejor hacerlo sin él para evitar problemas de oxidación, exceso de coloración, etc…
Durante 24 horas, al menos, se deja el mosto “tranquilo” a 13 grados de temperatura como máximo, para que poco a poco se vayan depositando las impurezas que trae la uva de la viña, suciedad, incluso restos de hollejos, pepitas o uvas secas, etc… que tiene en suspensión. Este proceso se llama desfangado.
Pasado este tiempo se trasiega a otro depósito para dar inicio ya al proceso real de fermentación. Una fermentación que controlamos mediante el equipo de frio para que se produzca despacito y permita obtener todos los aromas que caracterizan el vino blanco verdín de Ibias.
Este proceso incluye el control diario de la densidad del vino, para comprobar que evoluciona correctamente, de forma que cuando llega a 0,990 g/ml se acaba la fermentación, lo que quiere decir que todo el azúcar que contenía la uva se transformó en alcohol.
Esta es la primera fase de la obtención del vino, aún nos quedan mucho seguimiento y trasiego para que el vino salga al mercado y cumpla todas nuestras expectativas, pero eso queda para los siguientes post.
Nos vemos entonces amigos¡¡¡
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